viernes, 27 de octubre de 2017

Me Too



Hay cosas que cuestan contar pero siento que ha llegado el momento de escribirlas. Hoy va esta. 


Ahí estaba yo con quince años recién cumplidos sentada en una silla en una cena de fin de año en la casa de mi tía. No tenía ganas de hablar, no quería cenar, tampoco quería estar ahí. Quería irme a casa, meterme en la cama y dormir. Escapar de mi vida. 

Mis padres se acababan de separar y eso provocó en mí un cierto desequilibrio emocional, aparte de mi adolescencia rebelde.  
A raíz de la separación, una de las mejores amigas de mi madre le demostraba su apoyo haciendo planes con nosotros (mi madre, mi hermano y yo) todos los fines de semana, para eso de despejarnos la cabeza. 
El 31 de diciembre a eso de las 20:45h mi tía llamó al teléfono de la casa para pedirme que llevara una selección de CD's para poner algo de música durante la cena. El cajón de mis discos llevaba unos días atascado. Yo sabía perfectamente como abrirlo pero me daba pereza hacerlo y mi madre le dijo al esposo de su amiga que me ayudara a abrirlo. (Ya saben, esas cosas que tiene la sociedad machista de pensar que una mujer es incapaz de hacer algo por si misma). El hombre subió a mi habitación y le enseñé el cajón, pero antes de que se pusiera manos a la obra lo intercepté y le dije que yo sabía perfectamente cómo abrirlo, le di la espalda y me puse a ello. Mientras descifraba la manera de abrirlo, sentí su mano derecha en mi cuello y su izquierda en mi cintura. Me quedé petrificada, no entendía lo que estaba pasando. Pasaron unos segundos y su boca chupándome el cuello. Me levanté como un disparo y se acomodó detrás de mí y empezó a besarme los hombros. Yo seguía como una estatua, la rabia interrumpió mi análisis y reaccioné con un codazo. Me solté como pude y salí de mi habitación corriendo sin dejar rastro. Mi vieja reclamaba los disco y le dije que no iba a llevar nada. Después de unos minutos subí a  mi habitación, me metí al vestidor y me miré al espejo... empecé a culparme por mi aspecto físico y mi ropa, estaba demasiado atractiva y arreglada, quizá por eso el ser de las cavernas se había excitado. Yo lo había provocado. Me sentí incómoda, me encogí de hombros y me cambié de ropa. No sabía cómo parar el tren de emociones a punto de descarrilar. Me subí al coche y no hablé en toda la noche. Miraba al suelo porque no iba a soportar tener un contacto visual con él. 

A lo largo de la velada, a mi madre se le había olvidado algo en casa. Era indispensable y había que ir buscarlo. A ella le daba igual quién iba a por ello, pero lo necesitaba. Le insistí tanto de que fuéramos juntas que accedió. Tenía que contarle lo que había pasado, no podía seguir reteniéndolo, tenía que escupirlo, vomitarlo. Me dolía el estómago, la cabeza, me sentía arrugada, indefensa, observada e insegura. Porque casi me violan en mi propia casa, con todo presentes y nadie se había enterado. 
Entramos al coche y mi vieja en un tono un poco borde y desafiante me preguntó: ¿y qué es lo que te pasa? ¿A qué se debe tu insistencia? Y no puede resistir más y se lo conté. 
Creo que los gritos de mi madre se escucharon por toda la ciudad, no podía parar de chillar y putear. 

Lo peor de todo era que ese ser indeseable llevaba semanas escribiéndome mensaje inapropiados a mi cuenta de correo de hotmail. armygirl@hotmail.com le enseñé los correos a mi madre y me obligó a imprimirlos para ir con evidencias. 

Al día siguiente lo citó en una cafetería. Años después me contó mi madre que sus gritos hicieron que saliera el encargado de la cafetería a preguntarle que si estaba bien.

Pero esto no termina aquí. Unos meses después, mi madre me llamó a su habitación y me dijo que el tipo este había estado yendo a terapia y que su amiga la había llamado para pedirle que si podíamos ir a su casa para que él se disculpara conmigo porque era un paso fundamental en su "recuperación". ¿Y quién coño pensaba en mí? Qué le hacía pensar a mi madre que a mí me iba a hacer bien ir a la casa de mi violador, verlo otra vez y encima obligarme a perdonarlo. Esto fue un auténtico disparate, pero ¿qué podía hacer yo con quince año? Obedecer a mi madre y poco más. 

Ahí estaba yo en un salón oscuro con el suelo de madera y unas cortinas tétricas. Estaban sentados en el sofá, él, su hijo y su mujer. Yo estaba lejos de ellos y de pie, sin ganas de estar ahí, incómoda y sudando frío. Y mi madre a mi lado. Todo quedó en silencio y balbuceando dijo: "perdón, yo me comporté muy mal". O algo por el estilo, ni lo escuché y cuando terminó miré a mi madre y le dije: "¿ya nos podemos ir?" les di la espalda y salí corriendo y me metí en el coche. 

Nunca lo denunciamos. Nunca se habló más del tema. Por suerte, nunca más lo he vuelvo a ver, pero a veces me da miedo pensar en encontrármelo.

NUNCA NADIE PENSÓ EN LO QUE ESTA SITUACIÓN ME HIZO SENTIR.